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¿Fuimos formados para razonar?

Lo grabado en piedra dejó de ser inmutable. Queda mucho por investigar, conocer, descubrir, escribir. Que el cambio es el elíxir de la vida lo aprendemos al paso, mientras se vive. Sabio el poeta que se anticipó al decir que ‘los caminos se hacen al andar’. Vivir es innovar. Innovar es descubrir senderos y encontrar atajos para aventuras inéditas. Ganas de vivir, fe en nosotros mismos, confianza en el mundo, amor a los sueños, coraje, intrepidez, ganas de triunfar y de vivir y seguir viviendo, son ingredientes del cóctel de la vida. Las grandes innovaciones al igual que otros proyectos significativos no llegan empaquetados, nadie nos entrega; llegan hasta nosotros como minúsculos engendros que debemos trabajarlos, como semillas que necesitan germinar en ese fascinante y enorme mundo de lo factible. Buena parte de nuestras vidas transitan por esos carriles: el ser, el poder ser; lo factible y lo anhelado; las utopías, los sueños y la realidad.

Hay un mea culpa en la educación nacional: los estudiantes no aprenden a razonar, a interrogarse, a dudar para llegar a la verdad; se dice que todavía impera la memoria como meta, recordar lo dicho para repetirlo satisfactoriamente en una prueba. Recuerdo al viejo Sócrates paseando con sus discípulos, planteándoles preguntas en busca de respuestas que ellos debían darse. El método socrático –el método del descorchador–, el que libera la mente para interrogarse y buscar respuestas, para alcanzar la verdad con herramientas propias, parece que no tiene aún pasaporte de ingreso a todos nuestros hogares.

“Nuestros alumnos no razonan, son loros que repiten lo que oyen”; no discutamos si lo enunciado es verdadero o falso. Asumamos que es verdadero acorde con datos de prensa. Sabemos que la educación básica inicial de todo infante es aquella que se recibe en el hogar. Si llegan al jardín y escuela estudiantes desprovistos de la capacidad de razonar, ¡qué trabajo para los maestros! Entonces caben algunos interrogantes sobre la posible ineptitud de los padres para formar la capacidad de razonamiento de sus hijos, quizá porque también ellos jamás aprendieron a razonar; hoy no lo hacen por falta de entrenamiento, o peor, porque los canales de comunicación entre ellos están despedazados. Enorme problema nacional, quizá insoluble.

Quisiera ser Sócrates para a través de preguntas y respuestas empezar con ustedes a buscar la verdad, a saber qué es el punto medio, qué es tolerancia y qué debilidad, qué adhesión y qué servilismo, qué respeto y qué sumisión, qué honradez y qué desfachatez. ¿Razonamos los ecuatorianos? Un veloz recorrido por los dieciocho años del nuevo siglo, nos coloca frente a incógnitas sin resolver, a metas sin alcanzar, a elecciones al margen de lo racional, a esperanzas infundadas, a sueños que no dejan de ser tales, a ‘mesías’ portadores de pócimas infalibles.

La palabra de LMG –en su intervención al conmemorar el primer año de gobierno– merece ser analizada. Adelanto un juicio de valor: diferente, inédita, coloquial, comprensible, amigable, programática. Me llamó la atención: ‘Aquí somos amables. Te pedimos que tú también lo seas’. La paz engendra climas propicios para el pensamiento.

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