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Ocupar la mente

Existen ‘frases célebres’ que un día no fueron tales; con el pasar de los meses y los años adquirieron celebridad por diversos motivos: contenido, formulación, autor; el ingenio, el juego de palabras y otras razones contribuyeron para su difusión. Estas líneas pretenden destacar que hay viejas sentencias sobre el ocio y el tiempo libre que atestiguan la preocupación de la humanidad sobre este tema. Que ‘la pereza es la madre de todos los vicios’ lo aprendimos desde muy niños. Pienso que pueden resultar de utilidad tanto para padres de familia como para maestros unas cuantas líneas al respecto.

Les confieso que me hallo alejado del día a día de la niñez y de la juventud de hoy. Me duele que así sea porque no dispongo de elementos para esbozar propuestas acerca del buen uso del tiempo libre y si, en verdad, hoy la tecnología nos ha regalado más tiempo libre o nos ha maniatado y arrebatado esa vieja libertad. No lo sé. Es por esto que quiero contarles lo de antaño, lo viejo que puede resultar demasiado nuevo, porque el trasfondo de las circunstancias que en parte son perecibles o mutantes no borran la esencia de aquello que persiguen, hoy como ayer.

Los viejos Sócrates y Ovidio, en su orden, pensaban: ‘Los ratos de ocio son las mejores de las adquisiciones’; ‘Así corrompe el ocio al cuerpo humano como se corrompen las aguas si están quedas’. Shakespeare y Voltaire, también en su orden, no tan viejos, sentenciaron: ‘Si todo el año fuese fiesta divertirse sería más aburrido que trabajar’; ‘El hombre ocioso solo se ocupa en matar el tiempo, sin ver que el tiempo es quien nos mata’.

Una primera conclusión: el tiempo no se deja ver, los relojes registran su paso y nada más. Y ese tiempo que se nos va de las manos y del calendario bien puede malgastarse, perderse o tornarse útil como instrumento de prosperidad e inclusive de felicidad. Entonces, habla Perogrullo, es sensato, útil, necesario, bueno y… óptimo preocuparnos del recto uso del tiempo, tema que bien puede ocuparnos algunos espacios de esta columna semanal.

Regreso a mi infancia, a mis titubeos de juventud y viejos coqueteos con la vida. Esos años se me fueron demasiado a prisa, más tarde me dijeron que ese modo de ser era endémico. Entonces me surgió un dilema: aprendo a detener la vorágine que consume mi tiempo o hago del tiempo un espacio para vivirlo, transformarlo, recrearlo e inclusive disfrutarlo, metido muy dentro de la dinámica existencial. No piensen, amigas y amigos dilectos, que busco evadir respuestas a las incógnitas de la vida. No. Las incógnitas me acompañan desde siempre, ellas me tienen con vida, con ellas duermo y cuando al despertar las veo alejarse, a más de la tristeza, sé que con ellas se va algo mío.

Espero, amables lectores, su comprensión, para próximamente decir lo que hoy pretendía exponer: ¿cómo enseñamos a los niños y jóvenes a usar de manera óptima su tiempo? Queda mucha tela por cortar. ¡Demos tiempo al tiempo!

Deja de pensar en la vida y resuélvete a vivirla”, Paulo Coelho.

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